Cuando comencé mi proceso terapéutico con mi primer psicólogo, me preguntó cómo hacían la supervision de mis casos. Yo con toda confianza le comenté que tuve una de las supervisoras más responsables que pude encontrar, con competencia profesional y le describí los procesos que seguíamos para tal función: revisión de hojas de evolución, supervisíon de casos, exposición de casos, redacción de historias e informes clínicos, evaluación y diseño de planes terapéuticos, entre otros.
Él sumamente intrigado me preguntó ¿y qué más hacen?… desconcertado, le dije que nos reuníamos a revisar los expedientes, le reportaba mensualmente qué hacía con mis pacientes, las técnicas que aplicaba y basicamente tenía al día mis expedientes. Fue entonces cuando me comentó que en el país donde él se había formado – España -, el proceso era algo diferente.
Me comentó que el proceso de supervisión se desarrollaba en siete niveles. La revisión implicaba todo lo que yo anteirormente le había dicho – tener los expedientes al día y ser evaluado en mi desempeño – pero que además, era necesario revisar la calidad de la relación con mis pacientes y la calidad del vínculo entre mi persona como terapeuta y mi supervisora. Esta carrera es humana y estos detalles también deben ser atendidos con igual importancia que los técnicos del proceso.
Desde ese momento quedé interesado en aprender más sobre el tema. Ahora en el 2022 pude encontrar un programa de supevisión avalado por la Universidad Albizu de Puerto Rico, en colaboración con la Universidad Francisco Marroquín y la experiencia fue sumamente enriquecedora. Tuve oportunidad de compartir con colegas y superar el sentimiento de soledad que se vive muchas veces en la clínica al guardar secretos por ética profesional. Trabajamos desde diversos modelos de supervisión: el basado en el desarrollo del terapeuta, el modelo cognitivo conductual y el modelo basado en competencias.
He de confesar que disfruto mucho los juegos de roles, modelar estrategias y ser retroalimentado así como ver el desempeño de otros colegas con más o menos experiencia clínica que yo, porque esto me enriquece. Además de leer literatura en inglés, que implica el doble reto de traducción.
En esta experiencia aprendí que es bueno contar con una relación de supervisión, en la que otro profesional, entrenado para ello, nos escucha como terapeutas y nos invita a reflexionar sobre lo que estamos haciendo y cómo nos sentimos con ello. Sin lugar a dudas, la supervisíon aumenta la calidad del servicio de psicoterapia porque nos ayuda a ampliar nuestras perspectivas en cuanto al servicio. En fin, fue una experiencia sumamente enriquecedora que llevaré en mi mente y corazón para implementar en mi profesión.
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